Tus grandes ojos negros vomitaban
la oscuridad de la noche,
Sin estrellas,
Apagados, recubiertos de
cenizas,
Sin parpados de mariposas, ni
aleteos de palomas,
Fría, tu mirada lanzaba
cuchillos de mentiras.
El amor se hizo odio,
Y grandes llamas del infierno
ardieron
Quemando las palabras no
salidas de mis labios.
Se esfumaron los vendavales
de ternura,
Temblabas, sacudida por la
herida abierta de la verdad,
Tus manos tan frágiles como
amapolas,
Eran puños cerrados donde cabía
todo el dolor,
Te vi. derrumbarte, y yo, fui
la piedra
Que hirió tu cara
Te fui infiel….
Se apagaron para ti los
cielos de verano.
Mi cuerpo con olor a otra
piel que mareaba,
Era yo una mancha en el océano,
y no de luz,
Era tierra amarga, me invadió
una densa sensación a nada,
La mentira fue grande y
angustiosamente larga.
Sentí que en cada morir, nacía
de nuevo,
Al fin lo sabias,
Derrumbaba al fin los muros
de adobe,
Pero el barro salpico mi
vida,
Sabia que te perdía,
Quise rodearte con mi
aliento,
Pero eras solo un espectro, un
muerto en vida, y yo tu asesina,
Tu sangre se seco en mis
manos,
Tu silencio, mi sentencia….
Mis manos vacías se aferraban a tu sombra,
Y danzo en mi pecho el indio
pagano,
Anunciando que mi espíritu me
había abandonado,
Cerré los ojos, cayeron sobre
mi los astros azulados,
En tu lugar, se abrió un
abismo,
Y tu sombra se fue, como se
va la tarde, sin ruidos, sin brillos,
La verdad y sus pesares….
Abrí una herida en tu pecho, jamás
tendré la virtud de cerrarla,
No porque no te ame, sino
porque traspase el horizonte
Naufrague, mate todos los pájaros
del bosque….
Me atardeció el silencio….
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